jueves, 16 de noviembre de 2017

EL RATONCITO PÉREZ

Hola a tod@s, 

Queremos dedicar unas palabras a un acontecimiento muy importante para todos los niñ@s:

"La caída del primer diente y por consiguiente, la llegada del Ratoncito Pérez."




Los padres tenemos la obligación de hacerles vivir ese momento como algo único y especial. Es muy importante el ritual de colocar el diente debajo de la almohada o en otro sitio cercano al niño, como la mesita de noche y hablarles del  ratoncito Pérez.

La carita de los niños al despertarse y ver la moneda o regalo, no tiene precio.

También es buena idea dejarles una carta, cuyo remitente sea el ratoncito Pérez, es algo que he hecho con mis hijas mayores y actualmente lo hago con la pequeña y es un detalle que les hace mucha ilusión. En esa carta el señor Pérez  debe resaltar cualidades del niño/a  y mencionar alguna que no le gusta mucho, pero siempre utilizando un lenguaje positivo. 








El señor Pérez, es tan importante en nuestras vidas, que hasta tiene su propio museo. 
Está en Madrid, en la Calle Arenal, nº 8, muy cerca de la puerta del Sol.
Si queréis saber más del museo podéis entrar en 


A continuación, os dejamos la verdadera historia del ratoncito Pérez:

"Había una vez un ratoncito llamado Pepito Pérez, era un pequeño ratoncito que vivía con su familia en el agujero de la pared de un edificio de la ciudad. 

El agujero no era muy grande pero era muy cómodo y no les faltaba la comida, porque vivían junto a una panadería y por las noches iban a buscar harina y todo lo que necesitaban para comer. 

Un día, Pepito escuchó un gran alboroto en el piso de arriba. Como era un ratón curioso, subió por las cañerías hasta llegar a la primera planta, y allí descubrió un montón de trastos: aparatos, sillones, flores, cuadros... Parecía que alguien venía a instalarse en el edificio.
  
Al día siguiente Pepito volvió a subir y entonces descubrió algo que le gustó muchísimo: ¡Habían puesto una clínica dental! ¡Qué divertido!

El ratoncito subía todos los días a ver trabajar al doctor  y apuntaba todo lo que veía en una pequeña libreta de cartón. De esa manera aprendió muchísimo, porque durante el día observaba al doctor y por la noche practicaba con su familia: a su madre le limpió muy bien los dientes y a su hermanita le curó un dolor de muelas.

Y así fue como el ratoncito Pérez se fue haciendo famoso. Venían ratones de todas partes para que los curara. Ratones de campo con una bolsita llena de comida para él, ratones de ciudad con sombrero y bastón, ratones pequeños, grandes, gordos, flacos... Todos querían que el ratoncito Pérez les arreglara los dientes.

Pero entonces empezaron a venir ratones ancianos sin dientes que querían comer turrón, nueces, almendras  y todo lo que comían cuando eran jóvenes. 

El ratoncito Pérez pensó y pensó cómo podía ayudar a estos ratones ancianos que confiaban en él. Y como casi siempre que tenía una duda, subió a la clínica dental a mirar. 

Allí vio cómo el doctor le ponía unos dientes a un anciano. Eran dientes postizos, los hacían en una gran fábrica para que los dentistas los pusieran a las personas que no tenían. Pero eran unos dientes enormes  y no servían para ratones.
  
Cuando ya se iba a su casa sin encontrar solución, apareció en la clínica un niño con su mamá. 
El niño quería que el doctor le quitara un diente de leche para que le saliera rápido el diente fuerte y definitivo. El doctor se lo quitó y se lo dio de recuerdo. El ratoncito Pérez encontró la solución: "Iré a la casa de ese niño y le compraré el diente", pensó. 

Esa noche, el ratoncito Pérez fue a la casa del niño y, cuando todos estuvieron dormidos, entró en su habitación. Encontró el diente de leche debajo de la almohada, así que lo cogió y, a cambio, le dejó al niño un regalito.
  
A la mañana siguiente, cuando el niño vio el regalo, se puso contentísimo. Contó a todos sus amigos lo que había pasado y desde entonces, todos los niños dejan sus dientes de leche debajo de la almohada por la noche. Y el ratoncito Pérez los recoge y les deja a cambio un regalito."




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