Hola a tod@s,
"La caída del primer diente y
por consiguiente, la llegada del Ratoncito Pérez."
Los padres tenemos la obligación de
hacerles vivir ese momento como algo único y especial. Es muy importante el
ritual de colocar el diente debajo de la almohada o en otro sitio cercano al
niño, como la mesita de noche y hablarles del ratoncito Pérez.
La carita de los niños al
despertarse y ver la moneda o regalo, no tiene precio.
También es buena idea dejarles una
carta, cuyo remitente sea el ratoncito Pérez, es algo que he hecho con mis
hijas mayores y actualmente lo hago con la pequeña y es un detalle que les hace
mucha ilusión. En esa carta el señor Pérez debe resaltar cualidades
del niño/a y mencionar alguna que no le gusta mucho, pero siempre
utilizando un lenguaje positivo.
El señor
Pérez, es tan importante en nuestras vidas, que hasta tiene su propio museo.
Está en Madrid, en la Calle Arenal, nº 8, muy cerca
de la puerta del Sol.
Si queréis saber más del museo podéis entrar en
A continuación, os dejamos la verdadera historia del ratoncito Pérez:
"Había una vez un ratoncito llamado Pepito Pérez, era un
pequeño ratoncito que vivía con su familia en el agujero de la pared de un
edificio de la ciudad.
El agujero no era muy grande pero era muy cómodo y no les faltaba
la comida, porque vivían junto a una panadería y por las noches iban a buscar
harina y todo lo que necesitaban para comer.
Un día, Pepito escuchó un gran alboroto en el piso de arriba. Como
era un ratón curioso, subió por las cañerías hasta llegar a la primera planta,
y allí descubrió un montón de trastos: aparatos, sillones, flores, cuadros...
Parecía que alguien venía a instalarse en el edificio.
Al día siguiente Pepito volvió a subir y entonces descubrió algo
que le gustó muchísimo: ¡Habían puesto una clínica dental! ¡Qué divertido!
El ratoncito subía todos los días a ver trabajar al doctor y
apuntaba todo lo que veía en una pequeña libreta de cartón. De esa manera
aprendió muchísimo, porque durante el día observaba al doctor y por la noche
practicaba con su familia: a su madre le limpió muy bien los dientes y a su
hermanita le curó un dolor de muelas.
Y así fue como el ratoncito Pérez se fue haciendo famoso. Venían
ratones de todas partes para que los curara. Ratones de campo con una bolsita
llena de comida para él, ratones de ciudad con sombrero y bastón, ratones
pequeños, grandes, gordos, flacos... Todos querían que el ratoncito Pérez les
arreglara los dientes.
Pero entonces empezaron a venir ratones ancianos sin dientes que
querían comer turrón, nueces, almendras y todo lo que comían cuando eran
jóvenes.
El ratoncito Pérez pensó y pensó cómo podía ayudar a estos ratones
ancianos que confiaban en él. Y como casi siempre que tenía una duda, subió a
la clínica dental a mirar.
Allí vio cómo el doctor le ponía unos dientes a un anciano.
Eran dientes postizos, los hacían en una gran fábrica para que los dentistas
los pusieran a las personas que no tenían. Pero eran unos dientes enormes
y no servían para ratones.
Cuando ya se iba a su casa sin encontrar solución, apareció en la
clínica un niño con su mamá.
Esa noche, el
ratoncito Pérez fue a la casa del niño y, cuando todos estuvieron dormidos,
entró en su habitación. Encontró el diente de leche debajo de la almohada, así
que lo cogió y, a cambio, le dejó al niño un regalito.
A la mañana siguiente, cuando el niño vio el regalo, se puso
contentísimo. Contó a todos sus amigos lo que había pasado y desde entonces,
todos los niños dejan sus dientes de leche debajo de la almohada por la noche.
Y el ratoncito Pérez los recoge y les deja a cambio un regalito."
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