En la mayoría
de las ciudades y pueblos de España, existe la tradición de ir a visitar los
cementerios y llevar flores a nuestros seres queridos fallecidos.
Esta tradición la tenemos muy arraigada, sin embargo nos cuesta hablar de la muerte con naturalidad, la mayoría lo consideramos un tema tabú.
Esta tradición la tenemos muy arraigada, sin embargo nos cuesta hablar de la muerte con naturalidad, la mayoría lo consideramos un tema tabú.
La muerte es parte de la vida y los niños también son
conscientes de ello. El problema llega cuando hay que explicarles el
fallecimiento real de un ser querido. Un tema delicado y muchas veces evitado
en las familias.
Algo muy importante al
tratar este tema es que siempre hay que decir la verdad, no debemos adornar la
realidad, solo adaptarla al momento y edad del niño.
Dependiendo de la edad, los
niños conciben la muerte de una u otra forma:
- Con menos de tres años no son conscientes, se asocia con un abandono.
- Entre los tres y los cinco años lo ven como algo reversible y lo asocian a las personas mayores, muy enfermas, a situaciones violentas como la guerra… aún no son capaces de asimilar que es algo que nos ocurrirá a todos, que es inevitable e irreversible.
- De los 6 años en adelante los niños comprenderán su carácter definitivo e irrevocable. Hasta los 10 años, no creen que les pueda pasar.
- En los adolescentes suele haber una negación de la muerte. Cuando un adolescente tiene que hacer frente a la pérdida de un ser querido, se siente muy vulnerable, debe convivir con los cambios propios por la edad junto con los sentimientos de ira, frustración y dolor que provoca la situación vivida. A esto hay que añadirle en muchos casos, el sentimiento de culpa que tienen cuando es un padre o madre el que fallece.
¿Cómo debemos actuar?
- Decírselo lo más pronto posible. Es importante no utilizar eufemismos del estilo "se ha ido de viaje", "lo han llevado al hospital", etc. Debemos dejar claro que la persona fallecida ya no volverá.
- Ofrecer información clara, simple y adaptada a su edad.
- Permitir que pasen por sus propias fases de duelo: choque y negación, síntomas físicos, rabia, culpa, celos, ansiedad y miedo, tristeza y soledad.
- Ayudarle a expresar sus sentimientos por medio del juego, el dibujo, la música….
- Permitirles el llanto y el enfado. No esconder nuestro propio dolor. Pedirles que nos hablen abiertamente de sus sentimientos y expresarles los nuestros.
- Dejar que se queden con algún recuerdo de la persona difunta.
- Permitirles que asistan al funeral, si es realmente lo que quieren hacer, esto sobre todo con adolescentes, no debemos negarle la posibilidad de despedirse del ser querido.
- Ir al cementerio con los niños a llevar flores o a visitar la tumba.
- Recordar con los niños los momentos bonitos vividos con la persona fallecida, al principio se vivirán con dolor pero con el tiempo serán capaces de recordarlos con alegría.
- Seguir con la rutina diaria tanto como sea posible, ya que esto les da seguridad.
- Tristeza permanente con depresión prolongada.
- Excitación fuera de lo habitual, con nosotros o con sus amigos.
- Desinterés por su propia apariencia.
- Cansancio e incapacidad para dormir.
- Deseo cada vez mayor de estar solo/a
- Indiferencia respecto a la escuela y aficiones anteriores.
- En adolescentes, debemos preocuparnos, si además de las anteriores, observamos en ellos conductas de riesgo, como consumo de alcohol y otras drogas, peleas, absentismo escolar...